lunes, 18 de febrero de 2013

De la presencia del Amor

De la presencia del Amor

Hace un par de días una gran autoridad de la Iglesia Católica renunció. A partir de eso, y en una reconocida red social (Facebook), una amiga de la adolescencia publicó que, la razón de la dimisión del Papa, fue porque leyó Nietzsche (desde luego, lo decía en un tono de broma). 
Es cierto, he escuchado que Nietzsche niega la existencia de un Dios.
Yo también. O no.

Es decir, racionalmente no puedo justificar la existencia de un Dios. No puedo decir que hay un dios que sea grande, hermoso (o hermosa?), que ame a todos. No puedo. Al ver que hay tanta gente que vive en la calle, tanta gente en el mundo que sufre, que muere del hambre, que vive explotada. Al ver la presencia del mal en el mundo, me cuesta pensar que hay un dios que sea padre. Muchas veces me he contestado diciendo que la presencia del mal se debe a que somos libres. Bah, libres, no sé cuán libres somos. Tuve la fortuna de conocer distintas personas, distintas familias. Y lo que más me ha llamado la atención es la gran influencia de la educación en cada uno de los individuos. Es como que todo se puede trasladar. Nuestros padres, o quienes ha asumido esa función en nuestras vidas, el colegio, los amigos, el contexto social, las costumbres familiares, la educación, la cultura. Todo ello forma un entramado gigante que forma a la persona. Los miedos, las esperanzas, las alegrías, las locuras, las tristezas, todo ello puede transmitirse.
Y una de las peores cosas que yo he visto hasta ahora, una de las peores consejeras, ha sido el MIEDO. Porque el miedo paraliza, no deja avanzar. Es cierto que muchas veces ciega a ver los riesgos de las decisiones, pero sin riesgos, casi no hay avances.
Como decía un profesor mío, hablando de las modificaciones que el lenguaje va sufriendo a medida que transcurre el tiempo: si ello no ocurriera, si no permitiéramos que haya modificaciones en el lenguaje, en nuestro caso, todavía estaríamos hablando latín. Y no es el caso.


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